Un hogar en los árboles

Versión al español de Tree/House de Susana Martín Puya y Jessica Knauss

A solas en una finca ruinosa y alejada de la realidad después de la muerte de su esposo, Emma no está viviendo exactamente el sueño de toda una vida.

Entonces llega a la finca Geraldine, una indigente que le ayuda a entender hasta el momento, Emma ha estado dormida, dejando que se desarrollara esta pesadilla. ¿Tendrá Emma el coraje y las fuerzas necesarios para seguir adelante y forjarse una vida propia a su manera?

Una narración un poco absurda, surrealista en la tradición de Buñuel y simbolista a la manera de Guillermo del Toro, pero que despierta emociones secretas y muy reales en todo quien lo lea.

Reseñas

“Una fantasía estilizada de los beneficios y peligros del amor, del dinero, y de los estudios que no podrás dejar de leer hasta terminar.” —Jessica Benjamin

“La trama rápidamente se convirtió en lo que no sospechaba. Me encantaba ver el mundo a través de los ojos de Emma.” —Roxane McHenry, Unruly Guides

Dónde encontrarlo

Electrónicos: Kindle | Kindle España |Kindle México |Nook | Kobo

Tapa blanda: Indiebound | Amazon | Barnes and Noble

Más info

Fragmento

Emma siempre había imaginado que el cortejo fúnebre consistiría en varios portadores del féretro serpenteando lentamente por calles estrechas, mientras lloviznaba, y en muchas mujeres envueltas en capas negras tratando de contener su pena. De antemano había planeado en detalle la manera en que el ataúd de cedro de Franklin sería introducido en el suelo y cómo sonaría la tierra húmeda al caer encima de éste. Ella llevaría azucenas, y su abuela estaría allí para sostenerla si se desmayaba. Quizás llevaría sales aromáticas. Después de eso se terminaban los planes repentinamente porque, en realidad, ¿qué se hace después de un entierro?

El entierro verdadero había consistido sólo en la madre de Franklin, los criados y Emma, sin azucenas. El día era excepcionalmente brillante. Las nubes blancas parecían estar alegres. El pastor habló con pesar de las profundas contribuciones que Franklin había hecho a la humanidad. Emma no dijo absolutamente nada. Tampoco se desmayó. El hecho más sorprendente del entierro, por supuesto, era que había ocurrido. Incluso en sus fantasías más oscuras Emma nunca había deseado que Franklin muriera.

Más tarde, estaban todos de pie en la cocina, esperando que Emma al fin asumiera que la muerte repentina era real y que se echara a llorar con la pena de una mujer afligida. Todos querían estar presentes allí para observarlo.

Se fue a Walt Disney World sin sentirse afligida. Pasaba mucho tiempo en Epcot Center recopilando sus deseos y más tarde planeando viajes a cada continente del mundo. Franklin nunca había sido partidario la idea de viajar, y ahora Emma estaba pasmada por la posibilidad de que esos cuadros exóticos fueran lugares reales, que todos los días se tomara esa comida en otra parte, que hubiera un lugar real adonde una gente extraña pertenecía, y que este idioma increíble fuera la única manera de comunicar. No le interesaba lo poco auténtico del parque temático. Estos símbolos fantásticos representaban sitios reales, no ficticios, no como las ideas dentro de una cabeza de alguien que expiraría con el tiempo. Estos lugares no eran tan sólo reales, sino eternos. Emma quería conocerlos todos.

Cuando fue al pabellón de México, no encontró nada que no le gustase. Todo parecía natural – la comida picante, la gente apasionada hablando con rapidez de todo lo que se puede discutir, desde conos de helado hasta partidos políticos (que, al reflexionar, no parecía una gama tan amplia).

Día tras día volvía al pabellón de México debido al cocinero, no sólo para probar la variedad del almuerzo que preparaba, sino más bien para escucharle. La primera vez que Emma entabló una conversación con él, le reveló a ella de repente que había sido un oficial en la Armada de los Estados Unidos, y que esa experiencia radical había tenido un impacto en cada decisión que había tomado desde entonces. Pero lo que más fascinó a Emma no fue su mentalidad igualitaria en la que todos han de mantenerse a sí mismos, sino los relatos de sus viajes. Había estado en Estambul, Gibraltar, y en todos los lugares existentes entre ambos sitios, viajó alrededor del Cabo de Hornos (Emma tuvo que buscar qué cabo) e incluso se encontraba de permiso en Bombay. Hong Kong era uno de sus favoritos, pero nunca olvidaría Jamaica.

Emma se limpiaba la boca cada varios minutos para asegurarse de que no estaba babeando, mientras escuchaba. No podía evitar sentirse impresionada en el fondo de su corazón por alguien que había visto tanto. Por eso, cuando oyó a dos muchachos murmurando y riéndose del cocinero como tontos que eran, les persiguió tan rápida como pudo, y cuando se escaparon, les lanzó un tamal muy caliente, esperando que dejara una quemadura en la espalda del muchacho.